Por Ruth Torres Montero
El autor Francisco Umbral logra en su columna de manera breve emitir una opinión personal, un tema de fondo actual (en su momento).
El autor Francisco Umbral logra en su columna de manera breve emitir una opinión personal, un tema de fondo actual (en su momento).
Título: El título es valorativo, llamativo y subjetivo. El escritor elige un tema que llama la atención, tocando fibras de la religiosidad, que afecta a la sociedad y por ende impacta al ser humano y su relación con la fe.
Tesis: Plantea su tesis principal en la creencia religiosa del Limbo, la cual ha sido aceptada sin cuestionamientos por la población a través de los siglos y la propuesta del Papa de eliminar este concepto. Umbral sostiene que el “limbo” no puede desaparecer ya que se convirtió en una necesidad generadora de esperanza para muchos.
Hace referencia al hecho de que “El papa no tiene nada que hacer”, ya que se está ocupando de un tema que no es crucial para la sociedad, que no es tan conocido para las generaciones actuales, pero si se encuentra compenetrada en las generaciones anteriores.
Utiliza tonos irónicos y hasta jocosos para referirse a la decisión del Papa Ratzinger y sugiere que es prácticamente imposible eliminar esta figura del arraigo cultural de la población. Lo compara con el parque de los barquillos a pesar de que es prohibido bañarse en él la gente lo sigue haciendo. El papa podrá intentar hacer que desaparezca la figura del Limbo, pero la gente seguirá creyendo en él.
Umbral ridiculiza la postura del Papa y plantea el cuestionamiento sobre si es necesario traer a la discusión el tema y qué pasará con los niños sin sacramento, los cuales ya no tendrán un lugar a donde ir, reduciendo sus esperanzas a cero. Hace una crítica irónica al hecho de que las poblaciones siguen siendo sesgadas: para los buenos el cielo, para los malos el infierno y para los que no tienen sacramento el limbo.
Está presente el uso de argumentos de antecedente histórico al referirse al hecho de que los Papas del siglo XVI y XVII tuvieron que reinventar su fe para no perder más feligreses. Los cambios de la época llevaban a la iglesia hacia otros rumbos que ponían en riesgo su supervivencia.
Llama la atención su alusión a la necesidad de mantener el concepto del limbo y su relación con la realidad establecida en las creencias inculcadas por la religión, en una sociedad donde lo prohibido y el poder infundir temor hacia son el pan de cada día para mantener a los creyentes en sus filas.
Es una crítica al hecho de que los Papas se han abocado a generar Teología, para ocupar su tiempo ocioso, llenando a la vez la necesidad que tiene la población de creer en algo, para sentirse salvos. Igualmente ocurre con el limbo que se convirtió en un aliciente, resalta de nuevo la dependencia y necesidad de la sociedad de creer en algo sin cuestionar el trasfondo.
En su cadena argumentativa prevalecen las analogías: “las mañanas de limbo y las tardes de cine”, entre otras. También, utiliza la retórica para enriquecer su texto.
Hace referencia a un artículo anterior de su autoría, mostrando la periodicidad de su columna y su relación ya establecida con sus lectores.
Cumple con los parámetros:
Es clara: defiende un punto de vista personal.
Es polémica: en especial por el hecho de que en temas religiosos los conflictos nunca están ausentes, obliga a tomar una posición a favor o en contra.
Es novedosa: porque es un tema que está en discusión en ese momento.
El autor mantiene su postura en la columna, en sus argumentos Umbral deja claro por qué surge la necesidad de que exista un “limbo” sin importar su nombre, este tiene que existir.
Argumenta que tanto la filosofía religiosa como la teología lo único que logran es confundir el pensamiento, y los seres humanos se conformaron sin cuestionar el trasfondo del tema. Pero además deja un pensamiento claro de la necesidad existente de no modificar algunos conceptos religiosos, ya que haría a la iglesia perder su popularidad evidenciándose en la pérdida de sus adeptos.

Sobre el escritor Francisco Umbral:
Nacido en la ciudad de Madrid el 11 de mayo de 13932. Se convierte en un reconocido periodista, poeta, novelista, biógrafo y ensayista. Colabora con los principales diarios y revistas españolas como: El Norte de Castilla, Diario 16, Diario de León, La Vanguardia, El País y Proa.
Mantiene un tono irónico, directo y hasta provocativo lo cual le atrajo popularidad, además, de sus crónicas periodísticas y ensayos. Su trabajo le llevó a recibir el premio Príncipe de Asturias de las Letras en 1996 y en el 2000 luego de que el jurado deliberó durante cinco horas, se adjudicó el Premio Cervantes por su contribución a enriquecer el legado literario.
El Instituto Cervantes (España), lo considera “Una de las figuras más relevantes de la literatura española del siglo XX”.
