Al recibidor de maderas de míster Dougald, Lorenzo Cubilla, lo había conocido en Puerto Esperanza un viernes santo… ¿Viernes? Sí, o jueves…
A la deriva de Horacio Quiroga

Jugaba Diablo en mi Xbox, en la capital, lleno de comodidades. Y como si fuera un ciclo de héroe de Campbell, recibí un llamado al que accedí sin pensarlo siquiera. Así comenzó mi aventura hacia Cataratas Tabú, un refugio enclavado en las montañas de Puriscal, San José, Costa Rica. Un lugar donde la tecnología se diluye en el canto de las aves y el rumor del agua cristalina, donde el tiempo se mide por el ritmo de la naturaleza y la conexión con uno mismo se convierte en el tesoro más preciado.
Nosotros, los millenials, estamos acostumbrados a la dictadura de la inmediatez, a la tiranía de las notificaciones y la sed insaciable de información. Pero este Viernes Santo fue diferente. Un día donde la vida me llevó por un camino inesperado, donde mi brújula digital falló y me encontré a merced de la intuición y el azar. Me hallé a mí mismo repensando La Deriva de Horacio Quiroga mientras enfrentaba más de uno de mis miedos.
Sin planes definidos, con la mente aún enredada en la rutina, me embarqué en un viaje hacia lo desconocido. Sabía que mi destino era Puriscal, un lugar del que solo había escuchado sobre sus chicarrones y chileras.

Al llegar, la luna se encargaba de iluminar el camino hacia Cataratas Tabú. Un sendero serpenteante guiaba nuestros pasos hacia la sinfonía de la naturaleza mientras la voz de don Roy, quien nos recogió y llevó a la cabaña, se hacía eco entre los árboles. El rugido de la catarata se intensificaba con cada paso, anunciando la inminente recompensa: nuestra cabaña reservada a escasas horas con vista a la catarata.
En medio de la noche, bajo la tenue luz de unas lamparitas fosforescentes, me invadió una sensación de paz inusitada. La ausencia de electricidad, lejos de ser una incomodidad, se convirtió en un portal hacia la esencia de la naturaleza. Era el pretexto para cantar, comer y disfrutar el momento. El canto de los grillos, el susurro del viento entre las hojas, el rumor del agua precipitándose por la cascada… una orquesta sinfónica que componía la melodía de la noche.
Al despertar, allí estaba el sonido del que toda la noche no pudimos ver su procedencia, la catarata se erguía majestuosa frente a mí, invitándome a sumergirme en sus cristalinas aguas. Las cabañas, rústicas y acogedoras, se camuflaban entre la exuberante vegetación, ofreciendo un refugio perfecto para quienes buscan desconectarse del mundanal ruido y reencontrarse a sí mismos.

Cataratas Tabú es más que un destino turístico, es una experiencia. Es un oasis de paz en medio del bullicio, una invitación a reconectarse con la naturaleza y consigo mismo. Es un lugar donde el tiempo se detiene, donde el silencio se vuelve música y donde la desconexión se convierte en el ingrediente principal para una aventura inolvidable.
Si buscas escapar de la rutina, si anhelas un refugio donde la naturaleza sea la protagonista y la paz reine en el ambiente, Cataratas Tabú te espera. Deja que el canto de las aves te guíe, que el rumor de la catarata te arrulle y que la desconexión te regale la oportunidad de redescubrirte.
En Santiago de Puriscal, a tan solo unas horas del centro de San José, te espera una aventura que jamás olvidarás.
Cataratas Tabu estan ubicadas en Tinamaste, 500 metros del cruce hacia Piedras Negras, Santiago de Puriscal, el teléfono para hacer reservaciones es (506) 8508 5805 con Don Gerardo Fernández Cascante.Un excelente servicio al cliente y una maravillosa cabalgata harán de su visita una experiencia inolvidable.
